Este fin de semana, en Bocas de Satinga, el Presidente de Colombia recibirá de delegados de comunidades afrodescendientes, de organizaciones campesinas y de Cabildos Indígenas, las peticiones y propuestas de un Encuentro realizado por la Dirección de Sustitución, en el marco de diálogos con los que el Gobierno de Gustavo Petro busca acercarse a las realidades de las regiones donde crece la coca.

En la economía rural basada en coca, la cual atraviesa una crisis, las mujeres son determinantes. Pero el mundo campesino es machista. La tierra y los negocios son potestad principalmente de los hombres, lamentablemente esto sigue presente en la cultura colombiana. Aunque para las mujeres es muy difícil ganarse espacios en el manejo económico y aún más cuando se vive en contextos de conflicto armado, cada vez más hay liderazgos femeninos frente a organizaciones sociales del sector rural.

Recientemente el Ministerio de Justicia hizo un Taller en la búsqueda de garantizar la participación de mujeres en la construcción de la nueva política de drogas contemplada en el Plan Nacional de Desarrollo. Las mujeres del “mundo cocalero” piden la palabra y buscan ser incluidas en consonancia con el enfoque de género que se reclamó en el Acuerdo de Paz de 2016.

En los últimos años ella ha liderado a su comunidad para creer en los Acuerdos de Paz, se comprometió con la construcción del PISDA (aún se pregunta por qué su municipio no fue incluido como PDET), asumió como suya, sin pago alguno, la pedagogía del Programa de Sustitución Voluntaria de Cultivos. En medio de ese trabajo comunitario atrajo la atención de instituciones, como el SINCHI y el PNUD, con las que gestionó la puesta en marcha de una planta de procesamiento de frutales amazónicos. Por su liderazgo fue invitada a hacer parte del equipo de empalme del programa de sustitución para el Gobierno del Presidente Gustavo Petro, asunto que la llena de orgullo. Pero también, por su liderazgo denodado, ha sido declarada objetivo de grupos armados que han puesto en riesgo su vida y la de los suyos.

Maydany conoce de cerca las vivencias de las mujeres campesinas con la coca, y es enfática al hablar del poder femenino en la economía rural, sobre todo en aquellas zonas donde el cultivo de coca es predominante. Ella ha recorrido desde su niñez zonas como Guaviare, Meta, Caquetá, Cauca y Putumayo. Viso Mutop ha compartido con ella varios meses en medio de la incertidumbre que su situación de seguridad le genera. Recientemente, el Ministerio de Justicia la invitó a la Sesión 66 de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas en Viena. Gracias a una pasantía con Viso Mutop ella estuvo una temporada en Bogotá, y sin afanes, conversó largamente sobre su vida, contexto y trabajo social.

 

– Hablemos de Maydany, de sus orígenes…

Mi nombre es Maydany Salcedo nací el 1º de octubre de 1974, en Rioblanco Tolima, soy hija de Alcira Salcedo Mosquera, mujer campesina, y Claudio Enrique Reina Guarnizo, un docente de los Llanos Orientales, de familia más o menos acomodada de Villavicencio Meta, el cual me negó antes de nacer y nunca me reconoció, falta que no me hace hoy a mis 48. Soy mamá de dos niñas y abuela de dos nietos.

 

– De sus primeros años ¿qué recuerda?

En mi vida tengo muchos recuerdos, entre ellos el andar de mi familia de un lado para otro por causa de la persecución a su ideología de izquierda.  Les tocaba amanecer y no anochecer o anochecer y no amanecer en algún lugar, por esa razón hemos estado en cinco departamentos de mi hermoso país. Donde llegaban se organizaban en las diferentes formas de lucha civil que encontraban en esos territorios, en los departamentos del Tolima (Rioblanco, Limón, Gaitania, Puerto Saldaña, Herrera, Chaparral); en el Caquetá (San Vicente, el Losada, Guayabal, Pato, Puerto Amor, La Ye, Getsemaní, La Sombra); en San José del Guaviare (San José del Guaviare, Guayabero, Caño Ceiba, La Carpa, El Raudal, Puerto Arturo); en el Meta (La Macarena, Puerto Rico, Concordia, San Martín, Piñalito); en el  Huila (Santamaría, Vegalarga, Neiva, Río Negro, Plata, Pacarny, San Andrés, Tello).

La idea de contar esta parte de mi vida en la que me crie es para que se conozca la historia verdadera y no ficticia de mi vida personal y no se la imaginen como suele pasar muchas veces; voy a contarla libremente de cómo me sentía en esos tiempos de niña y a medida que iba creciendo, de las cosas que creo me han hecho daño y las cosas que me han hecho feliz, sin temor a hacerle daño a alguien y sin temor a formar conflicto.

 

– Su abuela fue una figura muy importante para usted…

Sí. Cuando yo tenía aproximadamente entre 6 y 7 años, mi familia se trasladó de Río Negro, Huila, a San José del Guaviare. Recuerdo que llegamos a San José del Guaviare con mi familia y mi abuela María Isabel Mosquera de Salcedo (QEPD), a quien referencio que me ayudó a criar. La mayoría de mis años los viví a su lado hasta mis 17, cuando ella murió en Guayabal, Pato; mi madre, por motivos ajenos a su voluntad trabajaba lejos de nosotros. Mi abuelita “Chava” es uno de mis mejores recuerdos por no decir el más maravilloso; ella era la persona con la que más hablaba pues, dentro de la humildad y su falta de estudio, sentía que me entendía. Para mí fue una madre ejemplar, muy rígida, disciplinada, pero también muy cariñosa en sus ratos libres. Lo que soy en mi formación es gracias a su ejemplo y sus consejos, por eso mis principios y mis valores no pueden ser los mejores para algunos, pero me siento orgullosa de lo que soy como mujer campesina. Recuerdo de ella que me acompañaba a los entierros de mis mascotas, en tiempos de mi niñez, entre ellos, el de mi loro y un gato. Son recuerdos muy bonitos en mi vida y ella me enseñó que el dolor se lleva en el corazón y no se demuestra, que si había que llorar se hacía en donde no lo vieran a uno; eso es algo que a mí nunca se me ha olvidado y por muy derrumbada que esté, no lo dejo ver, sonrío y a seguir luchando día por día.

 

– Siendo niña conoció la coca, a inicios de los 80s, ¿cómo fue ese periodo?

En San José del Guaviare vivíamos al pie del basurero en una casa de bahareque donde mi familia pagaba arriendo, me parecía un pueblo muy bonito, nos bañábamos en el río, vivía feliz a mi corta edad, en ese entonces recuerdo que nunca había visto asesinatos o muertes violentas, hasta que mataron una persona en la playa del río. Después de estos hechos mi familia se trasladó para el Guayabero, llegamos al Raudal y ahí mi familia, con mi tío, consiguió una finca en Caño Ceiba. Estando en ese caño conocí la coca por primera vez a mis 8 años, yo me acuerdo que todos los vecinos tenían coca, de igual forma tenían o se construían unas casas de vara en tierra muy grandes donde secaban la coca. A eso de las 5 y media de la mañana nos levantaban a todos, tuviéramos estudio o no, a ayudar a ordeñar, a echarle comida a los marranos y las gallinas, a cargar agua para la comida -porque no había agua- tocaba tanquear, lo hacíamos del caño o de la laguna en timbos de 5 galones, al hombro. Como éramos hartos chinos ayudábamos mucho.

 

– De niña realizaba labores dentro de los cultivos, ¿qué cosas siente usted que siguen siendo casi iguales en ese cultivo?

En el tiempo libre me mandaban a ayudar a coger pepitas rojas en los cultivos que me parecían muy bonitas para luego sembrar en tarritos, bolsas de tres pepitas por tarrito o bolsita, de esa forma se hacían los semilleros de la coca. Luego se sembraban en los pelaos o quemados, como le llamábamos; de esa forma se hacían los cultivos. Recuerdo como era el proceso de transformación de la hoja en pasta base. En mi niñez se raspaban las matas arrancado las hojas de las plantas y se picaban con una pala y se les echaba sal y amoniaco y nos ponían a bailar encima de ellas hasta que las hojas se volvieran negritas, luego la envolvíamos un rato en un plástico negro y a punta de pala la echábamos a una caneca a donde se agregaba la gasolina, luego se tapaba ese tambor o caneca con un plástico negro y se amarraba por varias horas, después se le colocaba una maya en la tapa para ir sacando la gasolina limpia, luego de tener la gasolina se echaba en otro tambor o tina plástica para empezar a  cortarla luego con sulfúrico y pergamanato, ahí se revolcaba con un palo, después que se separaba el agua del guarapo le echaban amoniaco para cortarla; eso recuerdo que la revolcaban y se iba convirtiendo como si fuera cuajada. Cuando ya estaban separados los grumos de pasta de la gasolina, la echábamos en un trapo blanco y la exprimíamos hasta hacerla una bola y la picaban y se ponía a secar en el sol hasta que se iba volviendo polvo blanco cuando no salía muy chicluda. Esto sigue siendo lo mismo hoy día, solo que antes la quimiquiada la hacían unas personas especiales a las que llamaban ‘químicos’ pero ahora esto lo saben hacer todos los campesinos y campesinas.

 

– Pero en esa época a usted la guerra la tocó directamente.

Claro que sí. A mi familia le tocó salir del Guayabero y Concordia, Meta, porqué mataron a mi tío de una forma muy fea con muchas torturas, entre lo que se puedan imaginar, así mi familia se vio obligada a dejar todo otra vez. Llegando a Guayabal Pato donde me enamoré y me aparté de la coca y del campo por seis años pues me fui a vivir a la zona urbana con el papá de mis hijas.

 

– Hasta que regresó al campo y volvió a encontrarse con la coca.

Así es. A mis 23 años, volví empezar de nuevo en Getsemaní que queda entre La Tunia y la salida para La Macarena. Allí me sembré 2 hectáreas de coca de la siguiente manera, socolé, tumbé y quemé, la semilla me la vendían los vecinos por arrobas, en palos de mata de coca. Yo las picaba en pedazos, es decir en trozos pequeños, abría una zanja en la tierra y los sembraba ahí hasta que brotaban. Así formé mi vivero. Después de que nacía y estaba grandecita la aporcaba, le echaba urea por los lados para fortalecerla y así me diera mejor rendimiento. A los siete meses debía fumigarla tres veces con fertilizantes y matamalezas, como eran el gramoxone, manzate, triplequince, entre otros, con un cacorro a la espalda. Luego de 7 meses recogía la hoja y se picaba y se le echaba cal y  se  le rociaba gasolina y se pisaba, hasta que se volvieran negritas las hojas, luego la envolvíamos un rato en un plástico negro, luego a punta de pala la echábamos a una caneca de esas de donde llegaba la gasolina y se tapaba de gasolina la hoja, luego el tambor con un plástico negro, después de varias horas se destapaba, después se le colocaba una malla en la tapa para ir sacando la gasolina limpia, y  así sucesivamente, igual que antes, solo que ahora yo también sabía hacerlo. Así transcurrió el tiempo y empecé a trabajar en compañía con mi mamá y mi hermano hasta que se terminó la zona de despeje porqué nos tocó salirnos de allí por la estigmatización. Después estuvimos tres años viviendo en Neiva Huila, y trabajando en la ciudad.

 

– Luego usted llegó al Piamonte de su alma. ¿Qué pasó allí?

En el año 2012 llegamos al corregimiento de Yapura, vereda Villa Nueva, donde no fue fácil empezar, pero se inició el trabajo con mi pareja, donde, poco a poco, fuimos organizando la finca con todas nuestras ilusiones y sueños, metas y proyectos de vida, sin saber que un día, después de muchos años de esfuerzo y trabajo, nos tocara dejar todo tirado porque los grupos al margen de la ley nos desplazarían a mí y mi familia. Hasta la fecha no hemos sabido las razones por las que nos dieron horas para salir de nuestras fincas. Para mí es muy duro hablar de esta parte de mi vida lo hago con mis ojos llenos de lágrimas de dolor y con el corazón hecho una chicuca. No es fácil, pero lo hago para que se conozca que la vida en el campo no es tan fácil como algunos se lo imaginan.

Cuando se firmó el Acuerdo de Paz se vivió una tranquilidad muy hermosa durante 14 meses hasta que volvió el conflicto interno en los territorios. El gobierno no tuvo la capacidad de garantizar la seguridad en las áreas que desocupó las FARC y eso nos llevó a que los campesinos volviéramos a sufrir masacres, desplazamientos, asesinatos en nuestros campos. Eso nos ha pasado en nuestra asociación, Asimtracampic. Yo ingresé al Programa de Sustitución Voluntaria que se firmó en nuestro municipio, pero el señor Emilio Archila, consejero del postconflicto, me sacó del programa con argumentos que no que no habían figurado ni firmado en ninguna parte y que tampoco regían en los decretos gubernamentales, hasta cuando yo firmé el formulario de sustitución voluntaria. No fui la única a la que ese funcionario sacó del programa, nos sacó a muchos. Coloqué una tutela y la gané para que no erradicaran forzadamente en Piamonte hasta que cumplieran lo que se había firmado y en mi caso, la justicia le dio 48 horas a ese funcionario para devolverme mis derechos y él no lo hizo, pero, aunque eso fue irregular no me importa. A él falta le ha de hacer algún día más que a mí.

 

– Maydany, háblenos ahora de las mujeres que usted representa.

La mujer piamonense (Piamonte, Cauca) es una mujer pujante, de trabajo pesado, determinante a la hora de tomar decisiones, colaboradora, con un gran vínculo en la protección del territorio, en la economía del hogar siempre está muy presente porque es la figura que determina los riesgos, analiza que es lo mejor para sus hijos, aunque a veces todo a nuestro alrededor signifique una amenaza. Para el día de hoy, se visiona una mujer que proyecta su fuerza e ideas en trabajos colectivos y comunales, que sabe que en la unión está la fuerza y mantiene viva la luz de la lucha constante para dejar en su territorio huellas que buscan la paz, y que sea un territorio libre de las economías extractivistas, libre para que sus hijos puedan vivir tranquilos.

 

– Cuéntenos un poco de su experiencia personal, ¿por qué levanta su voz?

Yo cuento las historias de mujeres cocaleras, campesinas organizadas que tienen muchas expectativas y opiniones diferentes, desde su vivir diario en medio de las matas de coca, como lo fue antes y como lo es ahora, además de un poco de la vida de cada una de ellas y el impacto en sus vidas, porque dar un contexto general de la situación o papel que desempeña la mujer cocalera o campesina sería muy atrevido de mi parte debido a que cada mujer es diferente, inclusive su contexto lo es, ya que a muchas mujeres nos ha tocado vivir de muchas formas diferentes en nuestros territorios, como campesinas, cocaleras y raspachinas, lo cual no ha sido fácil, por eso digo que para unas mujeres es más fácil que para otras, unas vivimos el día a día muy diferente a otras, unas con más dificultades o menos y otras con más privilegios pero el dolor que llevamos en el corazón es muy grande solo que no se deja ver fácilmente.

 

– Su municipio es una esquinita del Cauca, más cercana a Putumayo y entre Huila y Caquetá, una zona en disputa de los armados. ¿Cuál es esa presencia armada en esa baja bota Caucana?

Los actores armados presentes en nuestro municipio son los siguientes: Escorpiones, Cobras, Carolina Ramírez, Comandos de Frontera, la Constru, más el Ejército que es del Putumayo y la Policía. A pesar de tener a las autoridades en nuestra jurisdicción, día a día aumentan los desplazamientos, los asesinatos, masacres en nuestro municipio y eso ha tenido un gran impacto en la mujer rural, ya que vivimos atemorizadas por no tener el apoyo del gobierno ni de entidades gubernamentales que nos garanticen nuestra seguridad o las vías de acceso para así nosotras poder iniciar poco a poco a cambiar lo ilícito por lo lícito. Además, en la disputa del territorio vienen y nos intimidan los Comandos de Frontera afirmando que no le podemos vender a nadie más, solo a ellos y luego llegan los otros con el mismo cuento. Esa es la vida que vivimos en nuestro municipio, si se dan cuenta que alguien está comprando, lo matan, como mataron a un muchacho de la Sonora. Esa es la vida que nos toca vivir en medio de los grupos armados. Malo si se le vende a uno y malo si le vendes al otro, así se esté muriendo su hijo y usted esté necesitando plata, no lo puedes hacer porque te matan. Y para rematar la tildan a una de ser de un grupo o el otro. Desconocen que somos mujeres autónomas.

 

– ¿Cómo está su situación de seguridad actualmente?

Me la paso corriendo de un lado para el otro, sin abandonar mis responsabilidades con la Asociación, Hoy en día, la seguridad de nosotras las mujeres en el campo es la misma de antes, me atrevería a decir; sino que ahora es supuestamente más fácil decirlo, porque hay leyes que amparan y entidades donde la escuchan a una. Claro, hay veces en las que se dice y es peor, ya que se critica más a la mujer, en vez de ser apoyada es juzgada y eso duele, porque hay veces en las que lo hacen las del mismo género. Por eso hoy en día muchas mujeres antes de hablar deben pensarlo mucho y a veces se prefiere guardar silencio. En las zonas cocaleras existimos mujeres muy valientes y fuertes, como las hay en los poblados, en las capitales, en lo urbano, luchando por esas familias que tenemos.

La seguridad en el campo es difícil, pues estamos a cada minuto con la zozobra porque va a llegar la fumigación, la erradicación de las matas. Estamos con la incertidumbre de quedar sin nada de un momento a otro. Sentimos la preocupación frente al aumento de las diversas formas de violencia que se viven en cada territorio porque las matas de coca son nuestro sustento, a sabiendas que estamos trabajando con algo malo, llamado ilícito, pero que no hay otra forma de lograr esos ingresos, aunque ya estamos trabajando en alternativas lícitas.

 

– ¿Y de su relación con la coca?

Desde mi niñez, adolescencia y como mujer he tenido que pasar por muchos momentos, recordando lo más oscuro de ese mundo rodeado de dos palabras fuertes como son “coca” y “guerra”. La palabra coca ha sido estigmatizada por la opinión nacional e internacional, la cual desconoce que esta mata no es mala en sí misma, puesto que ella lleva el sustento diario a las familias campesinas, brinda ingresos para la educación tanto primaria como secundaria de los hijos de estas familias y también, para alimentarse, vestirse y sufragar los gastos de salud y transporte, en zonas donde todo es muy caro.

He escuchado muchas historias de mujeres, como la de un padre desesperado, debido a que tiene una familia numerosa, que toma la decisión de cambiar una vaca por unas semillas de coca y empezar a cultivar. Al paso de los días cuenta con remesa y muchas veces va al pueblo con nuestros hermanos y nos compra cualquier cosita y nosotros contentos, empezamos a ver la coca como la solución a nuestras necesidades. Cuando van creciendo, los mayores siembran un pedacito, y ya con el pasar del tiempo tienen como ayudar a sus padres y les da mucho entusiasmo. Entonces uno ve eso como una forma de subsistir y tener sostenimiento económico e independencia.

 

– Cuéntenos del papel de la mujer en la economía cocalera, la mujer rural trabajadora y campesina como era antes y como es ahora en la rutina diaria.

Nosotras las mujeres de ASIMTRACAMPIC fuimos cultivadoras, también raspachinas de la hoja de la coca, y nos ha tocado trabajar en la limpieza y cuidado de las matas, abonando y protegiendo de insectos y plagas a las mismas. Para nosotras el día a día empieza cuando el reloj marca las 4:00 am, que es la hora de levantarse a encender el fogón y empezar a hacer el desayuno para que los trabajadores se vayan al tajo o cultivo bien alimentados y lo más temprano posible, ya que en las horas de la mañana es cuando más rinde el trabajo de recolección de la hoja, puesto que están frescas las plantas debido al rocío y humedad nocturnos.

Luego de esto, me dirijo a darle comida a los animales, a las gallinas y a los cerdos, después, a traer los plátanos, la yuca y algunos limones para comenzar a preparar los alimentos del almuerzo. Lo que siempre se prepara y para que rinda el mercado es un buen sancocho con gallinita de campo y un buen arroz, que como siempre, es el que acompaña los platos. Después de esto, le sirvo a cada uno y les empaco agua con panela en un balde grande, y limones para que no se deshidraten. Cuando dejo la casa arreglada, me voy para el tajo, con mi niña de 4 años, a tomar los apuntes de cuánto es lo que cada trabajador ha cogido durante el día, para tenerles esto en cuenta el día de los pagos y si me alcanza el tiempo, puedo raspar también y así me gano unos pesos. Este es mi trabajo, que he llevado durante mucho tiempo, el cual me ha dado para comprar mi parcela, sustentarme en esta economía y brindarle una educación a mi hija mayor, que estudia enfermería en la ciudad, y a mi sobrina de 11 años que está en el colegio.

El papel que desempeñaba la mujer en la economía cocalera antes se trataba de mujeres que buscaban el sustento para su familia, querían apoyar con ese aporte de trabajo en el hogar, haciendo labores de siembra, jornaleando en las fincas vecinas, raspando coca y en algunos casos, haciendo de mula, que en palabras menos grotescas es trasportando la pasta base en recorridos a las capitales o sitios de venta, siendo vulnerables ante muchos riesgos y factores que las encaminarían a pasar el resto de sus vidas tras las rejas. Muchas veces los fiscales y jueces saben que hay mujeres que incurren en esto para sostener a su familia, pero le aplican la mayor condena, mientras al verdadero narco lo envían a casa por cárcel a vivir bien tomando whiskey con sus socios.

La mujer campesina cocalera es para mí, la muestra de una mujer asalariada, porque la economía de la coca nos ha brindado el suministro de los alimentos en nuestros hogares. Mis labores en el campo son de ama de casa al cuidado de mi hija y otra parte la dedico a la agricultura, siembro mis propias hortalizas en la huerta casera. En algunas oportunidades me ha tocado sacar madera por el rio abajo, y me he desempeñado en trabajos de fumiga, siembra, y raspa de la hoja de coca. El papel del antes y el después siempre ha sido el mismo ya que asumimos responsabilidades en la casa y en apoyo con la comunidad, porque somos muy cuidadosas con el dinero, el trato hacia los demás y siempre buscamos el desarrollo para nuestras comunidades.

 

– Desde su punto de vista, ¿de qué manera las políticas gubernamentales contra las drogas, mediante operativos de la fuerza pública en el campo, han afectado la vida de las mujeres?

Pienso que no han sido las políticas que se han creado lo que ha afectado la vida de las mujeres, si no el mal uso que les da la institucionalidad, partiendo desde el gobierno y llegando hasta el Ejército y la Policía Nacional, que sin tener una veeduría que revise si hacen bien su trabajo, resguardan muchas veces los interese de carteles de la mafia corrupta de este país.  La violencia que estos grupos al margen de la ley  generan es consecuencia de la disputa del territorio y en medio de ella estamos mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidad, etc., lo que hace que tengamos que emigrar desde nuestra comodidad del campo hacia ciudades amuralladas, donde no se nos brinda atención ni se nos garantizan nuestros derechos, y en donde somos nuevamente victimizados y terminamos empezando de cero, aguantando hambre  y viviendo una vida que no pedimos, a causa del abandono o la presión estatal que hemos sufrido a lo largo de todos estos años. Cuando no queremos parecer mendiga regresamos al campo hasta que cae un familiar muerto o los armados nos dan pocos minutos para salir corriendo, porque quien tiene las armas manda tristemente.

 

– ¿Usted conoce casos que pueda mostrar como ejemplo de los riesgos y daños que tienen las acciones antidrogas para las mujeres?

Las mujeres nos hemos visto afectadas por los abusos violentos por parte del Ejército cuando ellos están en las zonas donde tenemos cultivos. Nos han humillado física y psicológicamente, nos han dicho que somos guerrilleras, narcotraficantes, nos han estigmatizado por ser campesinas y han asesinado compañeros de manera violenta en nuestras comunidades haciéndolos pasar por falsos positivos. Los casos más constantes han sido de desplazamiento, además de la violación a los derechos humanos de las mujeres.

Este tema es muy espinoso y muchas de nosotras callamos los abusos de las personas armadas legales e ilegales. No es fácil hablar de ese tema, debido a que muchas veces no se nos cree y otras veces por no perder nuestras familias o no andar de boca en boca de las mismas mujeres. Claro que sí, son muchos los casos de las mujeres que prefieren callarse, hemos sido violentadas por parte del Ejército Nacional, otros casos de este tipo también los cometían los camaradas del Ejercito del Pueblo, donde tenemos ubicados nuestros cultivos. Las violaciones no son solo físicas, sino verbales, carnales, también psicológicas. Los legales nos acusan de ser guerrilleras narcotraficantes por el simple hecho de cultivar la mata de coca para nuestro sustento familiar. Nos han asesinado compañeras tanto los legales, como los ilegales. Muchos de sus argumentos son falsos, a otras les crean falsos positivos, otras de nosotras están en la cárcel por ir a vender una libra de coca para llevar comida a su casa y a nosotros como líderes sociales y ambientales, nos desplazan, ya que damos la pedagogía y promovemos el cumplimiento de los acuerdos de paz, el cambio de cultivos ilícitos por cultivos lícitos y la apuesta por un cambio en Colombia.

Estas políticas nos han afectado, porque, como población civil hemos quedado en medio de los grupos al margen de la ley, las disidencias y los grupos paramilitares que se pelean por el control de los territorios. Como mujeres experimentamos el dolor de las pérdidas de nuestros amigos y familiares en una guerra absurda donde los únicos que hemos perdido todo, somos nosotros los campesinos. En nuestros territorios hay una disputa entre los grupos ilegales armados por adueñarse de la zona. Lo otro es entre los mismos campesinos por los que sustituyeron y los que no le creyeron al gobierno. Muchas veces, las mujeres son quienes están a cargo de cultivar, cuidar y quimiquiar, por eso se estigmatiza que la mujer no se ve afectada, pero ellas son las vulnerables al momento de cualquier evento, porque  muchas veces los grupos al margen de la ley para fortalecer la venta y distribución de la misma en diferentes lugares, se disputan los territorios y la compra de la coca y en esto las mujeres son las que son intimidades para que les vendan su  producto a ese grupo delincuencial. Por otra parte, conozco un caso de una compañera de la asociación que por un falso positivo (judicial) está pagando una condena, además de eso, su familia fue desplazada del territorio.

 

– Su región sufrió por el glifosato, ¿cómo fueron afectadas por las fumigaciones?

El Estado nos afectó mucho con las fumigaciones con glifosato, pues este veneno no solo dañaba las matas si no que en general dañaba nuestras fuentes hídricas, nuestros cultivos de pancoger, las huertas caseras, impactaba animales de corral y, en general, a todo el medio ambiente, además de la salud de nosotras mismas que también nos veíamos perjudicadas. Las políticas antidrogas en los últimos gobiernos han perjudicado a los de a pie, al campesinado mismo, y nunca contemplaron compensar a las comunidades por el daño causado con ese veneno. Las tierras quedaron llenas de químicos y por primera vez aguantamos hambre, en esa época, en el campo, por tanta contaminación de las fumigaciones aéreas.

En nuestro municipio existen varios casos. Conozco el de una compañera que estaba embarazada y a causa de las fumigaciones con glifosato perdió su bebe, también el de una compañera que le cayó veneno en los ojos y perdió la visión. Hay muchos casos que no sé si fueron denunciados pero que, como recordatorio, hoy los traigo en mi mente.

 

– Pero después del Acuerdo de paz de 2016, se puso en marcha el PNIS, ¿qué impactos tuvo ese programa en la vida de las mujeres?

Cuando salió lo del programa PNIS, algunas no se inscribieron porque, según decían ellas, era evidente que para cambiar de economía de la noche a la mañana eso no iba a funcionar, menos como lo planteaba el Gobierno Santos y mucho menos como lo planteó el Gobierno Duque. Hoy en día ese programa es todo un fracaso, pienso que para que el campo funcione realmente, el gobierno debe invertir también en el sector micro empresarial del agro, con oportunidades de sacar los productos a buenos mercados y brindando garantías en vías e inversión social de manera sostenible y con precios asegurados.

El impacto con la implementación del PNIS fue que, al estar en medio del hambre, nos acabaron con la economía de la coca y nos dejaron sin posibilidades de retomar otras medidas de sostenimiento. Nos prometieron proyectos productivos, pero no nos cumplieron. Ese programa visto ya con el paso de varios años, seis desde que firmamos los primeros acuerdos, nos trajo más problemas a las comunidades.

Tenemos unas compañeras de la asociación que actualmente viven en el área urbana, porque debido a que el Estado nos incumplió con los proyectos del PNIS, les tocó desplazarse a trabajar en lo que les salga. Ya nada es igual, dicen ellas, nos hicieron firmar documentos y quedamos amarrados a las leyes impuestas por estos gobiernos. Arrancamos las matas y nos quedamos sin el sustento de nuestras familias.

El papel de la mujer cocalera como es ahora es algo complejo, ya que, en el momento de la firma de los acuerdos de paz con las FARC EP, llegó el punto 4 del tema ilícito. Entonces, muchas mujeres cansadas de la guerra en los territorios y con muchas expectativas, le apostaron al cambio de lo ilegal a lo legal y al querer hacer parte de ese cambio, le apostaron a la sustitución voluntaria y arrancaron sus matas, pero el gobierno irresponsablemente les incumplió. No les dio lo que se comprometieron a darles en los formularios que ellas firmaron, en los tiempos acordados. Eso llevó a que las mujeres empezaran a quedar sin con que pagar las universidades de sus hijos, sin con que comprar los útiles escolares de la primaria y el bachillerato y sin con que ayudar a sus padres y menos a sus maridos para la economía de la casa.

Ese incumplimiento llevo a que, hoy día, muchas hayan optado por resembrar, porque si sacan sus cosechas no hay quien las compre y si las compran, las compran regaladas y no compensa con el trabajo; muchas veces se prefiere dejar para los gastos de la casa, pero se pierde mucho, otras salen dañadas por las lejanías y de esto solo es responsable el gobierno por su incumplimiento. Luego de la firma del acuerdo de sustitución la economía para nosotras las mujeres se ha vuelto muchísimo más pesada ya que no tenemos nuestros cultivos, las que no quisimos resembrar y el gobierno tampoco nos cumplió, hemos empezado con otros cultivos para demostrar que el cambio es posible, es muy difícil pero no imposible en nuestros territorios, ahí vamos.

 

– ¿En su experiencia cual es la contribución principal de las mujeres a la vida organizativa de las comunidades?

Nuestra contribución en la comunidad es de orden organizativo. Participamos en talleres que beneficien nuestro intelecto porque nos gusta aprender y compartir experiencias de trabajo, en las Juntas de Acción Comunal trabajamos como secretarias, presidentas y ayudamos en el desarrollo y la crianza de nuestros hijos. En ASIMTRACAMPIC nos asociamos porque vimos la necesidad de unir esfuerzos y trabajar en conjunto por todo el territorio en general que nos pertenece, por la madre tierra y lo que ella produce para nuestro sustento. Además, participamos de escuelas y talleres en derechos humanos, derechos de nosotras las mujeres, equidad de género y medio ambiente, para que nos direccionemos como lideresas de nuestras comunidades.

También la contribución que brindamos en nuestras comunidades es la de apoyar a nuestros compañeros que trabajan día a día en el territorio por un campo que nos garantice una despensa agrícola, que tengamos nuestros productos autóctonos de la región sin químicos, que nuestros hijos amen de corazón su entorno, su biodiversidad que los rodea. Nosotras somos defensoras de nuestros derechos humanos, de la vida, del agua y del medio ambiente, nos preparamos en escuelas con nuestra organización campesina de Asimtracampic, encaminadas a formarnos como lideresas que protegen y aman la madre tierra.

Hoy día, muchas mujeres se han decidido en colaborar en lo social, entonces muchas ejercemos cargos en las juntas de acción comunal, otras como líderes sociales, en la defensa de los derechos de género, ambientales… defensoras de derechos humanos, en general. Como mujeres queremos aportar con nuestros conocimientos y saberes ancestrales y así mismo formarnos y educarnos más para ayudar y vivir en paz en nuestros territorios. Eso nos lleva a la contribución con la comunidad como mujeres en orden organizativo, al cambio de pensamientos de los machistas y a que algunas mujeres se den cuenta que ayudar en esos espacios no nos hace mujeres fáciles, como dicen algunas de otras.

En resumen, el aporte que le brindamos a las comunidades es el de ser gestoras de paz. Trabajamos organizadamente y nos asociamos para poder lograr apoyos en temas de educación, podernos formar con talleres y ser defensoras del medio ambiente y los derechos de la vida y el territorio.

 

– ¿Han podido sacar adelante iniciativas suyas que sirvan como ejemplo para otras comunidades en Colombia o en el mundo?

Trabajamos por la defensa de los derechos humanos en nuestro territorio, hacemos talleres y escuelas de participación con el objetivo de fortalecer nuestro saber. Como experiencias de iniciativas propias, tenemos nuestra planta de productos amazónicos de la asociación de ASIMTRACAMPIC, en la vereda Puerto Bello, Cauca, para el beneficio de muchas familias de la región de se deben concientizar que sembrar lo ilícito nos afecta, en cambio si impulsamos los cultivos lícitos y con apoyo de los gobiernos y la cooperación internacional en inversión social, podemos sacar adelante nuestras comunidades.

Como iniciativas adelantamos la protección de bosques nativos en la región y trabajamos con temas de reforestación de árboles nativos con semillas propia. También le apostamos a impulsar empresa en el territorio buscando el valor agregado en la transformación de los productos amazónicos, como la piña india amazónica, sacan piña troceada, en jugo gasificado, y procesan la canangucha. La asociación está protegiendo más de 1.868 hectáreas de bosque tanto primario, como secundario, uniendo cordones biológicos rotos por la deforestación de los que no están de acuerdo con la conservación de los bosques y que no son asociados. Buscamos en nuestro municipio la protección de los animales y de un corredor de fauna entre los Andes y la Amazonía, y a través de proyectos, llevar también economías amigables, por ejemplo, para la tenencia del ganado implementar las técnicas del silvopastoril y además cambiar los cultivos ilícitos por cultivos lícitos como la piña, la yuca y el plátano, para generar valores agregados a nuestra producción. Con la Universidad Javeriana se realizó el estudio de mercado y empaques de varios productos agropecuarios como fueron el plátano, yuca, chontaduro, sachainchi y asai. Con el SINCHI y PNUD se está avanzando con las parcelas por cada cananguchal que tienen nuestros asociados, para el permiso y aprovechamiento ambiental del bosque ante la CRC que estamos esperando ansiosamente.

Con la Universidad del Rosario se adelantó una cartilla de primer nivel en equidad de género; con el Fondo Noruego de Derechos Humanos se dio inició a un trabajo desde mayo del año 2022, en Derechos Humanos, Ambiental y fortalecimiento del trabajo con los niños y niñas. Con FORUMCIV en el marco del proyecto de “haremos paz”, estamos trabajando dos iniciativas. Una de ellas es la protección de un primate o mico que es caqueteño y llegó a nuestro municipio de Piamonte, Cauca, llamado callicebus caquetensis, el cual está en vía de extinción. Con SWEFOR, el movimiento sueco por la reconciliación, se adelantó el primer nivel del análisis de riesgo de la asociación y el análisis de seguridad de los asociados y directivos. Con la Universidad de los ANDES, se adelantó una investigación sobre el PNIS, entrevistando a nuestras familias que hicieron parte de ese programa. Con VISION AMAZONIA se adelantó trabajo con 130 familias de la asociación donde las campesinas y campesinos recibieron los materiales para poder mejorar sus vidas y las fincas, quedando equipados con cinco hectáreas de silvpastoril ahí y tener energía solar en sus casas. Por su parte, en Viso Mutop nos han apoyado con la formación y participación de los directivos en espacios nacionales e internacionales de capacitación e intercambio.

 

—-

Al final de nuestra charla dijo que está a punto de abandonar su trabajo porque las amenazas siguen. En abril pasado uno de los armados le señaló que ellos ya saben cuántas veces saca su perro a orinar y que «le van a acabar con todo lo pequeño que tiene». Ella afirma que sólo tiene sus nietos pequeños y que no ha hecho nada para merecer semejante sentencia. Tomó aire para insistir en que ella es una mujer autónoma, independiente de los armados, legales o ilegales, sólo representa la digna voz de la Asociación que preside.

Maydany representa el caso de muchas mujeres que se han formado en su liderazgo a pulso, que han levantado la voz a partir de sus propias experiencias, que han trabajado hombro a hombro al lado de sus compañeros de vida o les ha tocado a ellas solas asumir el sostenimiento de sus familias como consecuencia de la violencia. Al mismo tiempo su historia refleja el desplazamiento y un mayor grado de participación comunitaria, una labor que ellas desarrollan mientras siguen frente a la economía del cuidado. Ella es una de las muchas voces de Colombia, clave para el funcionamiento de la democracia local y nacional. Maydany quiere regresar al campo, y seguramente lo hará en medio de las dificultades, porque estar rodeada de naturaleza y entregada al trabajo comunitario es su razón de vivir.

Mayo de 2023.