Por: JAIME DÍAZ
¿CÓMO ES EL NORTE DEL CAUCA?
El norte del departamento del Cauca se caracteriza por ser una región donde coexisten población indígena, afrocampesina y mestiza, esta última concentrada en ocho cabeceras municipales, siendo Santander de Quilichao, la ciudad donde confluyen todas las poblaciones dada su ubicación geográfica que permite la concentración de la actividad comercial.
La población indígena reside en 8 municipios con 19 Resguardos legalmente constituidos. Hay 5 Resguardos de origen colonial, 13 republicanos y 4 sin reconocer. La mayoría de ellos están ubicados en zonas de ladera de las montañas dentro de la división de las cordilleras Central y Occidental, muy cerca del Valle del Cauca. Esta población se agrupa en la Asociación de Cabildos Indígenas del norte del Cauca, ACIN, compuesto por 22 Autoridades Ancestrales, de las cuales, 1 pertenece al municipio de Sotará, 1 a Cali y 1 cabildo urbano en Santander de Quilichao, alcanzando un total de 130 000 habitantes aproximadamente.
La característica de esta población es su arraigo a la Madre Tierra, su cosmovisión y sabiduría ancestral, lo cual le ha permitido resistir la Conquista, la Colonia, la vida Republicana e incluso la integración a la vida constitucional. Esa lucha histórica es la que ha permitido la conformación de organizaciones fuertes como los cabildos con sus planes de vida, el Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC, con su plataforma de lucha, las Asociaciones de Cabildos indígenas para el caso del Norte, “La Cxhab Wala Kiwe”, (Territorio del Gran Pueblo) con el propósito de defender el Territorio, a través de estrategias orientadas por las mismas comunidades.
En cuanto a la diversidad étnica y la relación de otras comunidades con los indígenas del norte del Cauca se encuentran: La población campesina ubicada en los municipios de Miranda, Corinto, Caloto y Santander de Quilichao. Por su parte, la población afrodescendiente que se encuentra ubicada en la zona plana del norte del Departamento, particularmente, en los municipios de Caloto, Corinto, Miranda, Guachené, Villa Rica, Padilla, Puerto Tejada, Suarez, Buenos Aires y Santander de Quilichao. En ambos casos hay organizaciones sociales del campesinado y el mundo afro que articulan procesos comunes de interés con las comunidades indígenas.
ANTECEDENTES DE LA COMUNIDAD EN EL PROCESO DE RELACIÓN CON LA MADRE TIERRA
Las comunidades indígenas del norte del Cauca vienen de un largo proceso de reivindicación de derechos, siendo el punto número uno de su plataforma de lucha, su razón de existencia “La recuperación de Tierras” que habiendo iniciado en 1969 y la década de los 70 permitió su visibilizacion y con ello la conformación de nuevos Resguardos. Se debe resaltar que los Resguardos coloniales son tierras en zona de ladera de alto potencial hídrico, que cuando la población era menor, permitió la rotación de cultivos como el maíz, donde se utilizó la quema de rastrojos, el descanso de tres o cuatro años que permitía la recuperación de los suelos, práctica que ha desaparecido en la actualidad por su alta densidad poblacional hasta el punto de casi haber desaparecido el maíz de la dieta alimenticia.
Esta comunidad se caracterizó por tener diversidad de producción para la autonomía alimentaria, haciendo especial relación y combinación social según pisos térmicos, lo que se manifestó a través del trueque, el cambio de mano y la Minga, valores culturales que generaron una relación social de clanes, familias y comunidad, que poco a poco con la presencia de los colonos se fueron integrando a sistemas de cultivos permanentes como el café, los frutales, las pasturas, y con ello el comercio sobreponiéndose el valor de cambio a través del dinero, luego el pago de la fuerza de trabajo mediante Jornal. Llega luego la Tienda abriendo paso a la presencia de productos externos como el Arroz que reemplazó al maíz, más adelante hacen presencia las instituciones del Estado, los medios de comunicación y sus tecnologías como la radio, la televisión y hoy el celular, que han modificado casi en su totalidad la relación de la comunidad con la madre Tierra y con el entorno socioambiental.
TRANSFORMACION DE PLANTAS MEDICINALES EN ACTIVIDADES ILICITAS
Los mayores del pueblo Nasa (abuelos sabedores) siempre tuvieron la hoja de coca como planta sagrada para masticar, calmar la fatiga y realizar rituales. Con la llegada de la transformación en clorhidrato de cocaína, para la década de los 80, comenzaron a crecer estos cultivos, igualmente apareció la cannabis con el nombre de Marihuana que algunas personas la cultivaron con precios muy bajos de 15 mil, 30 mil y lo más alto finalizando los ochenta fue de 120 mil pesos la arroba. En tanto, la hoja de coca había generado una bonanza en ese mismo tiempo sobre todo en la población mestiza, luego para la década de los 90 llegó la amapola que en principio alcanzó el precio del millón de pesos el kilo de latex y generó una burbuja económica en el Territorio Ancestral lo que conllevó al deterioro de prácticas propias (como el beneficio colectivo) y el involucramiento de la población indígena en la producción, transformación y el mercado de plantas que antes eran medicinales para beneficio individual.
Los últimos 20 años constituyen la época que ha marcado en mayor proporción la transformación de la comunidad nasa, porque además de presencia de cultivos ilícitos y el uso ilícito de la hoja de coca, se agudizó el conflicto armado e involucramiento de sectores indígenas en el mismo. Paradojicamente, en simultáneo se observó una gran presencia institucional con entidades como el SENA, la CVC y más adelante la CRC, el ICA, el INCORA, la Caja Agraria, entre otras, pero la que más impacto logró generar fue la Federación de Cafeteros de Colombia, lo cual permitió identificar que no toda la población indígena es afín a la dependencia económica de los cultivos de uso ilícito.
Para el año 2011, un sector de la población indígena del municipio de Toribio, incursionó en la siembra de una variedad de cannabis a la que llamaron coloquialmente crippy, la cual debe cultivarse en invernadero bajo iluminación artificial, además requiere menos tiempo para su producción, ofrece matas de menor tamaño y permite mayor densidad por metro cuadrado y más alta productividad de flor. En el mercado, las primeras libras fueron pagadas a 400 000 pesos, lo cual generó la expansión de la siembra al interior de los territorios, pese a la resistencia de algunos líderes de la comunidad que plantearon no permitir dicho cultivo. De igual manera, hubo resistencia en los Resguardos de Toribío y San Francisco, a través de las capitanías y los gobernadores veredales, respectivamente, sin embargo el avance de esta economía alcanzó a coparlos hasta el año 2018. Actualmente, los Resguardos de Toribío, San Francisco y Tacueyó, cuentan con unos 8000 cultivadores aproximadamente, y habría unos 12 000 más en los municipios de Miranda, Corinto, Jámbalo y Caloto para un total de unos 20 000 cultivadores en el norte del Cauca.
Como veníamos del valor de cambio del café y con ello los demás productos, como el maíz, el frijol, los frutales, la cebolla, la leche, la explotación de la mina de mármol y con la llegada del comercio de la hoja de coca y la amapola, el mercado de la cannabis con precios atractivos se posicionó muy bien entre la comunidad indígena de estos Resguardos, pues el aumento de ingresos económicos en la familia condujó también a la creación de necesidades que, en ausencia de dicho cultivo, las comunidades no presentaban, como por ejemplo, la adquisición de más bienes de consumo, llegando incluso a importar alimentos que antes eran producidos en la chagra indígena.
El impacto del cultivo del cannabis en la vida de la comunidad indígena ha resultado altamente preocupante para la pervivencia de los pueblos y sus prácticas culturales, dado que la presencia monetaria causó un cambio de costumbres, elevó el consumismo, deterioró la convivencia con la comunidad y con la madre Tierra; un ejemplo concreto es que el valor de la mano de obra para cultivos lícitos se elevó, en el peor de los casos no se consiguen personas para recolectar café y hasta la hoja de coca fue desplazada por el
cannabis. Otro impacto negativo ha sido el rechazo de buena parte de la comunidad, especialmente, los jóvenes, las orientaciones de la Autoridad Tradicional, la cual en principio intentó frenar la expansión de la marihuana, lo que no fue posible al darse controversias entre cultivadores y autoridades. Un aspecto problemático, entre otros, fue el pago en especie a los trabajadores, lo que significó aumento del consumo local entre adolescentes y jóvenes; otro fue el de la extranjerización de la tierra y el turismo de consumo sin ningún control, para citar solo dos asuntos que xmra sax inquietaron en su momento a las autoridades tradicionales.
La lógica del beneficio individual (factor dinero circulante en efectivo) que instauró este cultivo, en una especie de nueva bonanza conllevó un cambio paisajístico, pues lo que anteriormente eran parcelas de café y cultivos de la economía propia alimentaria, fue modificado por cuadros de 500 matas o más de cannabis. Un impacto relevante ha sido a favor del comercio, que elevó sus ingresos mediante la venta de insumos necesarios para este cultivo, sumado a todo tipo de actividades mercantíles que se han instalado en las cabeceras de los centros poblados.
Aunado a lo anterior, el territorio volvió a tener una activa presencia de un grupo armado que no se acogió al proceso de paz de 2016, lo cual también generó el desplazamiento del ejercicio de Autoridad Ancestral, pues es aquella organización la que se abrogó el control del mercado, en todas las etapas de la cadena productiva y la recolección de impuestos, de tal manera, que ningún comprador pudiera ingresar sin el visto bueno o reconocimiento de dicho grupo.
En cuanto a la política de drogas del Estado colombiano se observa que esta no afecta a los cultivadores indígenas dada la condición de sujeto de especial protección en el ordenamiento jurídico nacional e internacional, especialmente, cuando se establece en tierras pertenencientes a un Resguardo Indígena, lo que no quiere decir que la fuerza pública no continúe adelante con operativos militares y policiales para destruir cultivos, quemar sitios de secado, decomisar insumos e incautar el producto en tránsito por carreteras controladas por las instituciones. De hecho, la economía del cannabis ha funcionado en la última década a plena luz de día y es de conocimiento público que ella se convirtió en el principal renglón productivo de este conjunto de municipios. Las luces que abastecen los cultivos a cielo abierto o en invernaderos, son abiertamente visibles desde Cali y las ciudades aledañas. Aun así, a pesar de la disposición al diálogo de parte de los cultivadores, desde 2017 el Programa de sustitución PNIS nunca hizo acuerdos para incorporar familias agricultoras de cannabis y tampoco se acercó a las autoridades a construir salidas conjuntamente.
Pese a los aspectos negativos del cultivo del cannabis sobre la comunidad y la sociedad en general, éste es una realidad social que ha permitido el mejoramiento de las condiciones de vida de algunas familias, en particular, en los últimos años se observan en el territorio iniciativas familiares productivas, la construcción de viviendas que garantizan una vida digna y el interés de muchos por estudiar.
El principal riesgo está representado en la perdida de valores, de costumbres culturales y sobre todo el impacto en una generación de jóvenes que están perdiendo los saberes propios con los cuales los Mayores orientaron la siembra de cultivos o alimentos propios. Muchos se han convertido en expertos en la clonación del cannabis. Otro daño ha sido el impacto ambiental al territorio por el uso de carbón de leña con el cual se instalan hornos para secado de marihuana y el ingreso, comercialización y tenencia de vehículos sin documentación, algunos que pudieron haber sido hurtados, con los cuales se intercambia el cannabis. Todos estos impactos socioambientales se pueden reducir retomando el control de la Autoridad a través de procesos de mucha conversa y sensibilización, buscando alternativas conjuntas para atender las realidades sociales que dificultan el posicionamiento del Gobierno Propio.
Algunas alternativas propuestas por parte de la Autoridad tienen relación con las iniciativas comunitarias y proyectos productivos, por ejemplo, el sueño de encadenar una producción, sin embargo, la falta de capital en primer momento, luego el talento humano, han hecho que estos proyectos se hayan estancado, como son los casos específicos de la transformación del café, de frutales para jugos, lácteos, y la misma transformación del cannabis que aunque han generado expectativas, con el correr del tiempo, han ido perdiendo legitimidad ante la comunidad causando desesperanza en muchos.
Finalmente, desde un contexto de comunidad indígena, la regulación del cannabis de uso adulto no podrá desconocer el pleno ejercicio de la sabiduría ancestral, pues el mismo es indispensable para mantener el equilibrio y la protección a la madre tierra que ha sido violentada a causa de monocultivo, el uso de químicos y los diferentes conflictos que ha padecido la población en general de manera ininterrumpida por décadas, donde la intervención de las instituciones, conscientes o inconscientes, realizaron significativas acciones con daño y desconocimiento de un pensamiento diferente que concibe la existencia humana a partir de la vida de la madre Tierra.
No puede ocurrir, a propósito de la discusión pública sobre la regulación del mercado de cannabis, que a los cultivadores de esta planta, indígenas especialmente, se les deje afuera de la oportunidad que representa la apertura de un mercado legal. La experiencia del cannabis medicinal que estableció múltiples barreras para el licenciamiento a las comunidades y sus asociaciones, debe superarse a través de un proceso de concertación de las condiciones para participar de esa nueva etapa, ojalá en medio de un proceso exitoso de Paz Total.
Toribío Cauca, Mayo 4 de 2023.
Jaime Díaz Noscué es un reconocido dirigente indígena del norte del Cauca, fue gobernador del Resguardo Tacueyó, lideró el Proyecto Nasa, ha sido parte del gremio cafetero, fue miembro de la Junta de autoridades de la Asociación de Cabildos Indígenas ACIN. Desde 2018 Jaime viene estudiando la economía de la marihuana como parte de las agriculturas de esta zona del país, además ha acompañado varios eventos a nivel local, nacional e internacional sobre el cannabis, siendo parte de los liderazgos que reclaman a las instituciones gubernamentales incluir la voz de las personas cultivadores de cannabis en los proyectos que se debaten en el Congreso y abrirle espacio y oportunidades a estas comunidades en el mercado lícito que se reglamente.